La industria del té se hace respetar
A fuerza de trabajo e inversión, el país se ha convertido en el noveno exportador de hoja seca, materia prima para preparar la infusión. Con el fin de dar a conocer su tarea, muchos productores comenzaron a ofrecer como servicio turístico la posibilidad de visitar sus fincas. Así nació La Ruta del Té.
La historia del té en la Argentina comienza con un hecho fortuito, casi por una casualidad. Cuenta la leyenda que fue Tijón Hnatiuk, un sacerdote ucraniano, quien trajo al país algunas semillas de camellia sinensis (planta del té) en la doblez de su sotana. Su objetivo era entregárselas a modo de regalo a sus hermanos agricultores, que vivían en la provincia de Misiones. Ese viaje se produjo en 1923 y, para 1930, ya se contaba con las primeras cuatro hectáreas de plantaciones dedicadas plenamente a esta infusión.
“Esta es la historia homologada por el ministerio de Agroindustria Nacional y es la que tiene mayor formalidad. Hay un montón de otras versiones, como algunas que dicen que la planta llegó desde el Paraguay. La elaboración del té en la Argentina es súper nueva, somos un país productor muy joven y está buenísimo todo lo que fuimos avanzando”, cuenta Carolina Okulovich, administradora general de Don Basilio y creadora de La Ruta del Té.
A diferencia de países cuya producción del té es milenaria, como China y la India, la Argentina lleva menos de cien años en la industria. A pesar de esta desventaja, los productores han sabido posicionarse rápidamente en el mercado internacional y el país se ha convertido en el noveno exportador de hoja seca, materia prima para preparar la infusión.
A diferencia de países cuya producción del té es milenaria, como China y la India, la Argentina lleva menos de cien años en la industria. A pesar de esta desventaja, los productores han sabido posicionarse rápidamente en el mercado internacional y el país se ha convertido en el noveno exportador de hoja seca, materia prima para preparar la infusión.
“La producción de té seco que se elabora en Misiones y en una partecita de Corrientes es de alrededor de 80 millones de kilos por año. De ese total, el 95 por ciento va para exportación y solo un cinco por ciento es destinado para el mercado interno”, explica Yonathan Klimiuk, uno de los dueños de Klimiuk Infusiones.
En la actualidad, Estados Unidos es el principal comprador de las hojas de camelia sinensis nacionales. “Ellos adquieren el 50 por ciento de lo que producimos. Luego le siguen Chile, Polonia y Alemania”, informa Okulovich.
Dando un panorama más detallado de lo que sucede en el mercado internacional, Klimiuk ejemplifica con lo que sucede en su empresa: “trabajamos ya en 11 países y ahora estamos expandiéndonos hacia nuevos mercados. Fuimos apuntando a grandes centros de consumo, como Paquistán y Malasia, en donde se concentra un volumen comercial de té que es gigante”. Además, su emprendimiento tealero es el único en el país que, hasta el momento, logró obtener la certificación Halal, que permite exportar hacia los países musulmanes. “Nos dieron el certificado luego de someternos a una extensa auditoría”, celebra.
Una de las razones que hacen que el té misionero sea tan codiciado en el mundo es su gran cantidad de polifenoles y catequinas, sustancias químicas que dan sustento al saber popular que sostiene que tomar una taza de té hace bien a la salud. “Hay un estudio del Instituto Nacional de Tecnología Industrial (INTI) que informa que el té argentino es uno de los que más polifenoles tiene en el mundo. ¿Viste cuando te dicen que el té es bueno para la salud? Bueno, es por este alto contenido de polifenoles y catequinas”, cuenta la creadora de La Ruta del Té.
En este sentido, el paper difundido desde el lNTI informa: “Los polifenoles presentes en el té son importantes por su elevada actividad antioxidante, sus efectos beneficiosos en enfermedades cardiovasculares y también por sus propiedades antiinflamatorias y antimicrobianas”.
Si bien la mayor proporción de hojas secas está destinada a la exportación, existe un importante nicho en el mercado interno que compra productos nacionales: los hoteles, los restaurantes y las confiterías. Es allí donde entran a jugar los pequeños productores, quienes se especializan, sobre todo, en la elaboración de té en hebras. También son ellos quienes tienen la compleja tarea de difundir la cultura tealera en la Argentina, país donde, en materia de infusiones, la yerba mate y el café llevan la delantera desde hace años.
“En la Argentina tenés toda la parte industrial y la parte semiartesanal, que es la que estamos haciendo nosotros. La parte Industrial si se dedica por completo a la exportación. Por su parte, el mercado interno es muy nuevo, pero está creciendo, Ahí nos enfocamos nosotros”, cuenta Pablo Machicote, dueño de Del lguazú Infusiones.
El presente es desafiante para los pequeños productores y, en este contexto, ellos han decidido no competir, sino intentar apoyarse y explotar al máximo su creatividad. “Cada uno sabe lo que hacen los demás y tratamos de trabajar de maneras distintas para que todos estemos tranquilos. La idea es que nadie moleste al otro y que, sobre todo, haya armonía. Somos pocos y si no nos potenciamos entre nosotros, estamos muertos”, agrega.
Con el objetivo de presentar un producto novedoso en el mercado, Machicote tiene disponible en su tienda virtual, por ejemplo, doce blends diferentes, uno por cada signo del zodiaco. “Para esto se contrató a una astróloga. Ella nos ayudó dándonos una idea de los colores que debería llevar cada packaging y sobre qué tipo de hierbas debería tener cada blend. Nos ayudó a definir cuáles debían ser frutales, cuáles florales y cuáles tenían que tener especies”.
El secreto de la proliferación de la planta del té en Misiones y la ciudad correntina de Gobernador Virasoro es el clima tropical. “Para que haya una buena cosecha, el té necesita que el ambiente tenga mucha humedad: lluvia y chaparrones constantes. También, mucho calor. Cuanto más humedad y más calor. mejor crece la camellia sinensis”, señala Klimiuk.
Por su parte, la administradora de Don Basilio confiesa que sueña con que, algún día, todos reconozcan a las infusiones de su provincia como el té de la selva. “Se habla mucho de ese eslogan porque la provincia tiene una gran vegetación. Hay una gran variedad de flora y fauna. De hecho, nuestro producto siempre tuvo que estar certificado con normas de cuidado medioambiental y todos los productores. desde hace algunos años, vienen trabajando en esa línea, que es la de cuidar a los animales, los causales de los arroyos y plantar árboles. La certificación que usa la mayoría se llama Rain Forest y ya el 54 por ciento de la superficie plantada con camellia sinensis está certificada”.
Para llevar a cabo la maratónica rarea de dar a conocer la cultura del té y de mostrar su forma de trabajar, un gran número de productores comenzaron a ofrecer como servicio turístico la posibilidad de visitar sus fincas, “La Ruta del Té escomo mi hijo. Es un proyecto que hice con mucho amor pensando en contar la historia de todos los inmigrantes que vinieron a la provincia a cultivar la camellia sinensis, pero también para hablar de cómo hoy somos un país con una de las industrias más tecnológicas en el rubro, que exportamos y somos respetados”, relata Okulovich. Las recorridas son variadas y pueden durar desde una hora y media hasta tres días, según el interés del visitante. Las mismas incluyen una visita a las plantaciones, disfrutar de un té en una confitería especializada y hacer la experiencia de la cosecha.
Por su parte, el dueño de Del Iguazú Infusiones también abre las puertas de su finca Victoria, sitio en el que elaboran los productos de su marca. “Tenemos experiencias de medio día, de día completo y de dos días, que es mucho más intensa. Los visitantes participan de todo el proceso de elaboración. Nosotros los involucramos para que puedan trabajar. Vemos desde la cosecha hasta todo el proceso que se realiza en la fábrica: marchitado, emulado, etcétera”.
La visita a las fincas no solo implica una excursión divertida para los turistas, sino que debería ser un recorrido fundamental para los gastronómicos, quienes, según Machicote, no siempre están a la altura de las circunstancias. “Nuestro té es realmente muy bueno, pero las escuelas de cocina y los cursos de sommelier enseñan sobre los productos que vienen de afuera. Nunca hablan del té que elaboramos en el país. De hecho, conozco a un montón de sommeliers que han visitado nuestra finca y se han dado cuenta de que, si no hacen la experiencia de elaborar, les estaba faltando algo. Ellos habían leído, habían estudiado, pero nunca vieron lo que era producir té. Yo siempre les digo que les faltaba esa etapa para que se cierre el círculo”, advierte.
Uno de los debates más acalorados respecto de esta infusión se centra en si la molienda de las hojas para colocarlas en el saquito perjudica o no a la infusión final. Para Okulovich, la única diferencia que presenta este envase con el té en hebras es que, luego de pasar las hojas por los procesos de marchitado, fijación y enrulado (que da la forma de hebra), las mismas deben ser molidas. “Hay mucho mito con respecto a la hoja rota pero, básicamente, se hace para que entren dos gramos en un saquito, porque de otra manera no te da el color deseado en la taza cuando le pones el agua”, explica y resalta que en su tienda ofrecen tanto té en hebras como en este formato.
En las anti podas, Machicote resalta el valor del ritual que implica sentarse a beber esta infusión y comenta: “El saquito es industrial, olvídate de ese envase. La idea es trabajar con hebras enteras para poder llevar a cabo la ceremonia. Vos pones la hebra, servís el agua y la misma se va abriendo despacito hasta que la hoja queda entera en la taza o en la tetera”. Por su parte, con una postura intermedia, Klimiuk resume: “Tanto el té en hebras como en saquito son de muy buena calidad en nuestro país, solo están centrados en diferentes tipos de consumidores”. Actualmente, él también provee de hojas secas a marcas nacionales, como Cabrales y La Tranquera.
Si hay un punto en el que los tres productores coinciden es en que deben trabajar juntos para que la sociedad argentina comience a valorar al té nacional y lo incorpore en sus hábitos alimenticios. “Nuestro desafío a corto y mediano plazo como tealeros es trabajar para que aumente el consumo en nuestro país. Yo creo que se está consumiendo un poco más de té, sobre todo en su versión fría”, dice Okulovich.
“La verdad es que se conoce muy poco sobre la cultura del té en la Argentina -concluye el dueño de Klimiuk-. Tanto los pequeños productores con el té en hebras como nosotros con la industria de la exportación tenemos que ayudar a promocionar nuestras cosechas y fomentar el té misionero, que tiene una muy buena calidad y muy buenas características”.
Artículo publicado por María Eugenia Mastropablo, para La Nación Revista.